Hace poco más de un año que empecé la andadura de hornear nuestro propio pan en casa. Una decisión que en absoluto me arrepiento sino todo lo contrario.
Durante este año hemos disfrutado en casa de pan pan que tiene sabor y que no se pone duro a la media hora de cortarlo sino que aguanta varios días sin problema. Un año en el que no hemos comprado panecillos para hamburguesa o pan de molde. Un año de bollos dulces, donuts, ensaimadas o roscón de reyes casero. Un año que significa un punto de no retorno. De ser más exigente con el pan que comemos. De disfrutar de autenticas rebanadas de pan con tomate para desayunar. De usar el horno de casa más que nunca.
Gente con suficiente edad que prueba estos panes suele reconocerlos como «los que se hacían antiguamente y que aguantaban una semana». A viejos amigos que veía recientemente y les relataba mi andadura me ponían cara de como si me hubiese vuelto loco o me llegan a decir «si por 40 céntimos compras una barra ¿Te compensa?» ¡Vaya si compensa! En muchos casos creo que es un cambio generacional y que nunca han conocido el sabor del pan pan, ese con hecho con masa madre sin necesidad de levadura alguna (yo me incluía entre ellos).
En este año he aprendido a reconocer el pan de verdad. Un año en el que he aprendido mucho de gente como Ibán Yarza, Fernando de la Ecotahona del Ambroz, Bea de La cocina de Babette, Javier Marca, Dan Lepard, Peter Reinhart, Xabier Barriga o Richard Bertinet y que yo he intentado compartir a través de este blog, de Flickr y de la cuenta en Twitter. Muchísimas gracias a todos a pesar de que no os conozco personalmente a muchos de vosotros.
El futuro se presenta interesante, con mucho que leer, experimentar y aprender. Espero poder contarlo y que disfrutéis vosotros tanto como yo.